Natasha se pasaba las horas sentada en aquel bordillo frente a la carretera mirando a ninguna parte. Las manitas apoyadas en la cara con gesto aburrido y las rodillas dobladas en un ademán infantil con los pies hacia dentro. Pareces una pordiosera, le decían algunos. Todo el día en el suelo. Terminarás por fosilizarte y ser un trozo más de cemento.
La cuestión es que nadie sabía por qué Natasha había dejado de ir a clase. Por qué ahora estaba tan delgada y tan pálida. Y mucho menos la razón que le hacía pasarse las horas frente a la carretera. Allí no había nada que ver, insistían. Como mucho algún cartel publicitario desgastado por el viento o algún animalillo despistado que asustado solía huir al ver los enormes ojos inmóviles y azules de la niña.
El tiempo transcurría veloz y a la primera época de alarma con su desfile de amigos, profesores, psicólogos, asistentes sociales y hasta de la mismísima ministra de educación que un día pasó por allí para intentar convencer a Natasha de que abandonase aquel lugar y retomase sus estudios, le siguió otra de desconcierto ante aquella actitud tan firme y tozuda impropia de una niña de diez años. Luego llegaron las amenazas e incluso alguien propuso el castigo físico como alternativa (por suerte para Natasha la propuesta no tuvo eco). Finalmente la derrota se apoderó de todos y terminaron por dejarla en paz e irla desplazando de sus preocupaciones cotidianas.
Pero Natasha seguía allí. Callada, con el semblante pétreo llegaba a primera hora de la mañana y hasta que no oía la última sirena que daba por finalizada la jornada escolar no se levantaba de su pequeño reino para volver a casa. Un hogar que en realidad era un lugar donde ya nadie la esperaba y donde cada día, después de mirar aquellas fotos y el atestado del accidente que apenas comprendía, se decía lo mismo que el día anterior.
Mañana entraré a clase y podré contarlo. Mañana, sí.
Escrito por Esther Sanz. Psicóloga clínica Unidad de Subagudos..
2 comentarios:
de quién es???
me ha gustado muchísimo.
T.
Me alegro de que te haya gustado y espero que invite a la reflexión, al igual que el resto de los relatos de ficción.
Aprovecho para animaros a salir del anonimato a las personas que tenéis el gran detalle de dejarnos vuestros comentarios. Si no el nombre, al menos podríais indicarnos vuestra profesión, procedencia, etc.
Un saludo, T.
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