martes, 2 de febrero de 2010

¿Por qué?



Poner límites y normas sin tener en cuenta lo que ellos necesitan, sienten, opinan
Imponer y no sugerir o motivar
Fomentar la pasividad y la sensación de indefensión
Aprobar en vez de aceptar
No creer en sus posibilidades de cambio
Enfadarnos con ellos y empeñarnos en eliminar el síntoma a toda costa
Utilizar la coerción como medida terapéutica
Establecer enormes distancias entre ellos y nosotros, que sirven de más bien poco
Hacer oídos sordos a lo que llevan dentro
Decidir su destino cuando ya es difícil lidiar con el nuestro propio
Perdernos toda la riqueza que encierran y conformarnos con etiquetas simplistas y ofensivas
Creer que somos nosotros los normales
Equiparar docilidad y sumisión a mejoría clínica
No ponernos en el pellejo de ellos, que tienen tan poco y soportan tantas cargas, entre ellas, nuestros pequeños y grandes errores
Juzgar y presuponer  en vez de escuchar y preguntar
Tenerles enfrente si hemos decidido no verles
Equivocarnos si nos cuesta tanto hacer autocrítica, quién carece más de insight?
Protegernos de nuestras limitaciones y nuestros temores con el dogma hecho ciencia
Sentir lástima o compasión o actuar de forma paternalista
Decidir por ellos lo que son o no son, lo que deberían ser o lo que nunca serán
Dar valor de verdad absoluta a lo que no son más que pobres opiniones: las nuestras
Fomentar el estigma con nuestra actuación diaria
Competir entre nosotros, los profesionales, en vez de cooperar y compartir
 Sería tan sencillo que...

Escrito por Esther Sanz. Psicóloga Clínica USA.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias a todos, profesionales y pacientes por acercar lo que tan mal solemos interpretar como dos mundos distintos.
Gracias, enhorabuena y ánimo a todos!!!... queda mucho por andar pero ya queda menos...

Blog salud mental dijo...

lo suscribo al 100%

César M. Estévez

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