jueves, 2 de junio de 2011

Recaídas, estrés emocional, integración y empoderamiento




Muchos de los modelos y las técnicas actuales de tratamiento psicológico de las psicosis parten de al menos tres principios básicos:
1- Las experiencias psicóticas se entienden como una respuesta adaptativa y comprensible (llena de sentido) a las experiencias vitales, con lo que las personas aquejadas de psicosis ya no son meras esponjas pasivas de la experiencia psicótica, sino agentes activos en busca de sentido y del control de su trastocada vida mental.
2- El estrés emocional y la disfunción emocional aparecen cada vez como los objetivos primarios de los tratamienos psicológicos y ya no únicamente las alucinaciones y delirios.
3- Un importante número de personas que desarrollan una psicosis han padecido experiencias tempranas adversas, las cuales ejercen un impacto sobre el desarrollo cognitivo, emocional e interpersonal.

Partiendo de estos supuestos podemos entender las recaídas desde diferentes posiciones:
- el contexto de la persona en particular, sus creencias y apreciaciones respecto a la recaída y la psicosis;
- el contexto interpersonal (las relaciones con los demás y los patrones personales de apego);
- la manera en que los sistemas asistenciales reponden al reto de la prevención de recaídas en el caso de las personas propensas a tener experiencias psicóticas recurrentes.

Adentrándonos en el contexto de la persona, un aspecto clave de la recaída es la vivencia de niveles elevados de estrés emocional y desrregulación afectiva.
Durante estas fases son típicos:
- las sensaciones de desbordamiento
- la reducción de la conciencia
- la deshinibición conductual y afectiva
- la desorganización psicótica
- la resolución de la crisis
En cuanto a los primeros signos de recaída (pródromos) más frecuentemente señalados son:
- temor
- ansiedad, tensión, nerviosismo
- problemas de sueño
- irritabilidad
- depresión
- aislamiento social
- problemas de concentración
- pérdida de apetito
- anhedonia (disminución de la capacidad de disfrutar con cosas que antes te hacían sentir bien)

Pues bien, cuando estos primeros signos son valorados por EL PROPIO SUJETO parecen muchos más firmes para predecir las recaídas, lo que sugiere que el conocimiento único que tienen las personas respecto de sus propias experiencias les brinda una mayor capacidad de predecir las recaídas que los profesionales de la salud o cualquier otro observador externo. Esto significa que es probable que los sujetos detecten antes sus propios signos idiosincrásicos de recaída. dependiendo de sus experiencias en relación con anteriores recaídas o episodios psicóticos, siendo común que esto genere un nivel elevado de estrés emocional. O dicho de otra forma: cuando se produce una recaída, casi siempre tiene lugar de antemano un incremento del estrés emocional.
Así, las personas que pasan por una psicosis se vuelven conscientes de experiencias inusuales y sus propias reacciones a dichas experiencias pueden desempeñar un papel importante en el deasrrollo y mantenimiento de la psicosis.
La función del psicoterapeuta en este sentido será la de descubrir las experiencias subjetivas y las dificultades cognitivas del individuo y reducir las reacciones perjudiciales e ineficaces a dichas experiencias. Porque los cambios subjetivos en la percepción y la conciencia (intensificación de la conciencia de estímulos internos y externos, aumento de la sensación de urgencia, disminución de la necesidad de dormir, afectos exagerados, intensificación del sentido de la propia identidad, etc...) son cruciales para la transformación de la experiencia normal en una psicosis clínica.
Durante estas fases los sujetos se sienten atraídos, fascinados, perplejos o aterrorizados por sus propias experiencias, con lo que este estado de intensificación de la conciencia de uno mismo da paso a la llamada "disolución de la identidad". A continuación y tras esta pédida del sentido de uno mismo y de intensificación de las percepciones, se da paso  al desarrollo de las creencias delirantes erigidas con objeto de conferirle un sentido a los cambios drásticos experienciados en la vida psíquica.

La última cuestión a tratar en nuestro breve repaso por el proceso de recaída es la manera en que la persona se enfrenta a los signos sutiles indicativos de un empeoramiento o crisis.
En el caso de que la persona interprete las señales de alarma como evidencia de una reaparición inminente de una crisis, dichas interpretaciones vendrán determinadas por los recuerdos autobiográficos específicos de la psicosis.
En el caso de que los sujetos no acepten la idea de tener una psicosis o enfermedad mental, dichos signos supondrán un incremento de la amenaza interpersonal.
En ambos casos aparecerá un estrés emocional elevado y una desrregulación afectiva cuyo curso dependerá de las estrategias de afrontamiento adoptadas por la persona.
Se producirá una reducción de los niveles de estrés y se favorecerá la estabilización afectiva en los siguientes casos. La persona es capaz de:
- hablar de lo que le está ocurriendo con amigos o familiares de confianza
- tranquilizarse a sí mismo y  tener una actitud bondadosa, compasiva y de aceptación hacia uno mismo
- descatastrofizar el hecho de una recaída
- acceder a la ayuda y la asistencia adecuada que puede estar a su alcance
Por otro lado, serían elementos de mal ajuste:
- el hecho de tener pocos recursos personales, de vivir en un ambiente altamente estresante o de estar aislado socialmente; el consumo de sustancias; la interrupción  de la medicación, en el caso de estar tomándola; la evitación interpersonal que incrementaría la susceptibilidad; las rumiaciones y pensamientos obsesivos y  las estrategias de evitación que impedirían la contrastación de las creencias negativas y amenazantes.

En definitiva, si somos capaces (profesionales y afectados) de formular la recaída enfatizando su naturaleza dinámica y multidimensional y dándole una forma y estructura a la experiencia en la que se integren múltiples elementos ( los recuerdos autobiográficos, las intrusiones cognitivas-perceptivas o experiencias psicóticas de bajo nivel, las interpretaciones catastróficas y de amenza interpersonal, las experiencias psicóticas perturbadoras, la intensificación de afectos como el miedo, indefensión, vergúenza, humillación, las respuestas conductuales e interpersonales), en lugar de cargar las tintas en una mera lista de signos y síntomas, estaremos facilitando la posibilidad de que estos primeros síntomas de alarma no sean la antesala de una crisis psicótica con todas sus devastadoras y dolorosas consecuencias. 

Fuente: "Volver a la normalidad después de un trastorno psicótico, un modelo cognitivo-relacional para la recuperación y prevención de las recaídas"; A. Gumley y M. Schwannauer.

Texto escrito por Esther Sanz (Psicóloga Clínica Área Externa Salud Mental)

4 comentarios:

Mielina dijo...

Que alegria que a través de la Princesa Inca os haya encontrado. Soy una persona bipolar.

Anónimo dijo...

Estoy en completamente de acuerdo con lo planteado en el escrito, sólo aclararía que entre esos primeros signos de recaída, no sólo aparecen los estresantes y depresivos, sino también pueden aparecer signos euforizantes, y que cualquiera de ellos, no propician tanto una "disolución de identidad", sino un cambio (a veces es disolución, a veces reafirmación de una identidad latente, o aparición de otra identidad que confunde y con la que la persona se siente como poseída o que no le pertenece, etc...).
De hecho, la aparición de algunos rasgos megalomaníacos permiten a la persona vivir sensaciones euforizantes de control sobre los acontecimientos que percibe, sobre su destino y el de los demás. Lo que podrá generar una terrible angustia cuando el sentimiento sea de que ese control no responde, se le escapa, es insuficiente, etc...
Por otra parte, la experiencia estresante de esta percepción de los primeros signos, genera un intenso sufrimiento por la enorme impotencia para evitar el posible y desconocido suceso trágico que está a punto de acontecer... De ahí que la experiencia, pueda ser vivida desde percepciones placenteras (a través de la euforia y el control...) o a través de un gran displacer (descontrol, predestinación...) que produce un mayor sufrimiento.
La experiencia de otras crisis, puede ser fundamental a la hora de presuponer cómo pueden ser interpretadas las nuevas señales que apuntan la aparición de otra crisis y cómo abordarlas para que generen el menor daño emocional y cognitivo. Y de ahí la importancia de incorporar esas situaciones de crisis anteriores en las experiencias personales como recursos y estrategias, y no como amenazas y miedos. La respuesta del entorno de la persona es decisivo, pues puede actuar como mecanismo de contención, como desencadenante fatal o como facilitador.
El abordaje en las recaídas, debería producirse en esa antesala del momento de los primeros signos y no cuando la crisis se ha desatado, pues no sólo la recuperación será más difícil, sino que sus efectos devastadores pueden dejar secuelas difíciles de recuperar.

Blog salud mental dijo...

ANÓNIMO, gracias por enriquecer el artículo con tus palabras.
Esther Sanz.

(una pena no poder poner cara o nombre a tanto anónimo)

Anónimo dijo...


Soy una persona con un Trastorno de Estrés Postraumático, por abuso sexual en la infancia.

Puedo verme reflejada en cualquier persona con TMG, porque supongo que el mío es uno de ellos ... pero la verdad es que no sé cómo o quién cataloga los Trastornos.

Las recaídas, la medicación y la aislación social, son para mí lo que peor llevo. A veces me gustaría no tener que dar explicaciones al médico de cabecera que me firma los partes de Baja; ni a mi novio porque no quiero verle ... pero, se supone que vivimos en un mundo al que hay que acoplarse.

Un saludo de otra "anónima"

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