Desde el Colegio Oficial de Psicólogos de Tenerife, Anastasio
Pablo González Báez, psicólogo coordinador de la Comisión de Salud Mental y
miembro de la Comisión Deontológica, nos remite este artículo publicado en el
periódico El Día recientemente:
"En 2010 se publica “El
empoderamiento del usuario de salud mental”, por parte de la Oficina Regional
para Europa de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y traducida para el
Ministerio de Sanidad y Política Social. La OMS considera el empoderamiento como
clave para la promoción de la salud. Se establece que “las personas deben ser
empoderadas para promocionar su propia salud, para interactuar con los
servicios sanitarios y participar activamente en la gestión de la enfermedad”.
Y se considera este empoderamiento prioritario, según la Declaración para la
Salud Mental para Europa, el Plan de Acción en Salud Mental para Europa y el
Pacto Europeo para la Salud Mental y el Bienestar.
Se va pasando de un modelo en el que las
necesidades son definidas por una institución (manicomio), a necesidades
definidas por personal clínico (hospital psiquiátrico), a necesidades definidas
por profesionales, con la participación de usuarios (atención comunitaria) y a
las necesidades definidas por los propios usuarios, con el apoyo de los
profesionales (empoderamiento).
“Me he convertido en dueño de mi
enfermedad y asumo la responsabilidad de lo que hago y no hago. No dejo que la
enfermedad me controle… no es toda mi vida, ahora es solo parte de mi vida”
(Brown, W y Kandirikirira, N., 2007). Esta cita puede resumir lo que se
pretende con el empoderamiento. Se trata de un proceso personal y amplio, un
proceso donde el individuo toma el control y la responsabilidad y en el que
aparecen unas dimensiones: autoconfianza, participación en la toma de
decisiones, dignidad y respeto, y pertenencia a una sociedad más plural.
A su vez hablamos de un empoderamiento
individual en el que el sujeto debe tomar el control con el objetivo de
alcanzar su autodeterminación y autonomía, y un empoderamiento de la comunidad
en la que los esfuerzos de cada individuo harán que se desarrolle un
sentimiento de pertenencia que pueda influir en la toma de decisiones.
Pero no se persigue únicamente una cura del trastorno, se
trata de recuperar su lugar en la sociedad, asumir el control sobre la vida,
apoyar a otros iguales como expertos en el trastorno y, en el proceso de recuperación,
crear grupos de ayuda mutua para que el esfuerzo sea compartido y se dé la
opción a otras personas de participar en el proceso.
Este proceso no es fácil. El usuario de
los departamentos de Salud Mental se enfrenta a dificultades para llegar al
establecimiento pleno del empoderamiento. Hay un arraigo en la sociedad y el
sistema de tutelar a estos usuarios, haciéndolos dependientes. A lo que se debe
añadir el autoestigma en el que el usuario se ve cómo alguien inútil e incapaz
de llevar a cabo el cambio de forma autónoma por el mero hecho de padecer un trastorno mental. Llevar a cabo el
empoderamiento implica, como ya se ha dicho, un proceso amplio. En primer lugar
está el usuario y también debemos contar con la familia, a la que se debe
educar en el cambio para no caer en la sobreprotección que se le da a estas
personas. Después están los profesionales, a los que hay que formar
adecuadamente para que formen parte del cambio de forma no directiva.
Debemos tener en cuenta, además, los
modelos actuales, las políticas de inclusión social, la educación social para
afrontar el cambio y la participación de personas no usuarias de Salud Mental
en el proceso…
Al afectado hay que darle herramientas para que
pueda luchar contra el estigma. En definitiva, se debe garantizar la protección
de los derechos de estos usuarios, luchar contra el estigma y la
discriminación; garantizar servicios a los ciudadanos de calidad, acceso a
información y recursos, capacidad de influir en la toma de decisiones, y
garantizar su organización para poder reclamar ante las instituciones.
Esta propuesta parece no coincidir con el
modelo actual sobre salud mental en España, en general, y en Canarias en
particular, según escribió en este periódico el profesor Rodríguez Pulido
(9/01/2013): “…ausencia de un Plan de Salud, como instrumento para la
ordenación, desarrollo y planificación de los recursos públicos de atención a
las personas con enfermedad mental en Canarias”. Seguimos un modelo de atención
comunitaria en la que se da la sobreprotección al usuario de salud mental,
tendiendo a que la autonomía que se pretende sea artificial y no real, como
implica el modelo del empoderamiento, ya que no contamos con la infraestructura
material y personal necesaria.
1 comentario:
¡Muchoánimo y decisión para seguir adelante!
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