Quiero
contar la historia de familiares a los que veo con admiración entender sin
miedo, con sencillez, sin palabras. Veo
como buscan la mejor comprensión y llegan a ella, sin afectación. Veo respeto,
cariño y paciencia, que son los ingredientes principales. Esta
enfermedad que aparece como una tormenta y desaparece y deja resaca, es fácil
de entender, para los familiares que se acercan a descubrir los detalles. No a
través de esa información que aparece en internet y que angustia y despista más
que ayuda, sino de los que visitan las reuniones de las asociaciones o grupos
de ayuda mutua. Como
a un niño que se siente mal y no tiene
palabras para expresar su dolor, nos sentimos en los peores momentos y
simplemente una caricia te alivia. Quisiera
expresarles a tantos enfermos lo afortunados que son. Sus familiares buscan
ayuda, sin saber si existe. Veo
como personas sencillas comprenden más que otras muy preparadas. El amor puede
abrir puertas a esa comprensión. Y
sabes cuando una familia es reparadora y acompañadora en la tormenta. Pero
también son constantes en los buenos tiempos. No se comportan como víctimas, ni sobreprotectoras, no hay miedo.
Pueden encontrar aquí características donde cada familiar encuentre uno o varios
puntos con los que se sienta identificado. Tal vez ninguno, pero nunca es
tarde para la comprensión y el respeto.
Qué afortunados son los que no están solos y los que acompañan y los que recuperan
a los que se han perdido.
Pienso
al escribir en:
Los que no
utilizan la enfermedad para herir y menoscabar, los que valoran la lucha diaria
del enfermo por sobrevivir, y elogian su mérito por cada tormenta superada.
Los que no juegan con la inseguridad y la
debilidad.
Aquellos que
no te abandonan.
Quienes te
miran a los ojos en las buenas y las malas y saben que tú estas ahí, que sigues
ahí entre la maraña.
Los que
ayudan a otros familiares a comprender en pocas palabras.
Los que se
enfadan cuando te descuidas, cuando haces cosas que te perjudican.
A los que
están por navidad, haciéndote sentir que no hace tanto frio y se preocupan por qué
no estés solo en esas fechas.
Los que no
se ríen de tus intentos por seguir a delante y retomar tu vida.
Aquellos que
te sacan de la cama y te llevan a pasear, cuando no puedes con la vida, o te
invitan a quedarte en casa cuando quieres escapar al mundo.
Los que
saben por qué te tomas una coca-cola a media mañana, porque saben de los efectos
de las medicinas.
Los que
comprenden tu relación con el dolor y que es tu compañero más fiel.
Porque
aceptan la enfermedad y su cronicidad pero también saben que es episódica, es
decir que no está siempre activa.
Los que te
hacen la vida mejor y te animan a vivirla.
Los que
escuchan las noticias que afectan a la enfermedad con la esperanza de nuevas
expectativas.
Quienes aún
sintiendo miedo siguen a tu lado.
A los que no
tienes que recordarles que eres un triunfador en cada tormenta por levantarte
después de cada caída.
Los que no
sienten culpa y te lo hacen saber.
Los que no
te tratan como a un niño ni como a un extraterrestre.
Los que
sufren cuando te ven mal pero saben que pasará.
Los que te
preguntan lo que pueden hacer para ayudarte, escuchan y aprenden.
Los que
saben que los pensamientos suicidas no son un capricho tuyo, sino un síntoma de
la enfermedad, que la medicación y una compresión de cómo desactivarlos, son el
mejor remedio, y si le añadimos unos paseos tranquilos, mejor.
Los que
aunque no comprenden nada siguen junto a su familiar, porque algún día
comprenderán.
A los que
esperan a que su familiar acepte la enfermedad y tome la medicación.
Los que se
psicoeducan.
Esos hijos
que a pesar de ver a su padre o madre
enfermo, lo respetan y dignifican.
A los que
aún estando enfadados con la enfermedad acompañan.
Los que
saben escucharte y captar lo básico e importante de tu mensaje cuando miles de
palabras brotan de tu boca y un monólogo se adueña de ellas. Cuando te ayudan a
recuperar el hilo de tu discurso y te recuerdan que resumas.
A los que te
hacen reírte de ti mismo.
A los que te
aman.
A los que
odian.
A los que te
ignoran.
A los que
nunca estarán.
A los que
siempre están.
A los que se
alejan.
A los que van
y vienen.
Quienes se
preocupan cuando llevan tiempo sin saber de ti.
Texto enviado a Saltando Muros por Diana, seguidora de nuestra página.
3 comentarios:
Gracias por la publicación! Cuando me enviaron esta carta me emocionó mucho, me tocó algo muy adentro. Ahora la vuelvo a leer y me sigue emocionando. Refleja que cuando fue escrita salió del corazón directamente, así me pareció y así se me confirmó cuando lo comenté con su autora.
Saludos y abrazos!!
Es un suave susurro al oido de la gente que te importa, aún sabiendo y deseando que no deben entenderte, porque sólo desde el propio padecimiento de la enfermedad se llega a la comprensión de sus mecanismos.
Desde la esperanza, y sin victimismo te susurro, mi agradecimiento. ADPP
Me ha gustado mucho, creo que entre dos (amigos o familiares) esta enfermedad se puede llevar mucho mejor. Se requiere mucho compromiso, pero si se tiene es más fácil y más llevadero. Es una relación de interdependencia y cuando mi pareja está bien, yo también estoy bien.
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