viernes, 16 de septiembre de 2011

El niño que fui


Estaba tumbado. Era un niño menudo lleno de miedos. Había una penumbra en la cual la luna sonreía a las estrellas, cuando empecé a oír ruidos en la habitación de al lado. Me levanté despacio, igual que si fuera un lince moviéndose en busca de su captura, me acerqué a la pared y me puse a escuchar. No se oía claro. De repente oí golpes y gritos y, una mujer que lloraba angustiada y llena de impotencia; otra maldita vez mi padre maltrataba a mi madre de forma brutal. Yo lloraba sin hacer ruido, pero no podía evitarlo, era un renacuajo que temía los grados de alcohol de mi padre.
Seguro que yo no soy el único niño que ha vivido esto, lo cual día a día estoy expulsando fuera de mi mente, ya que fue parte de un daño mental grave.
Infancia divina que derribó aquel ser de forma ininterrumpida, destruyendo aquellas nuestras vidas.
De J.A.C.D. , hombre diagnosticado de esquizofrenia.

Cuando era niño era inquieto. Me gustaba salir a la calle a compartir mi tiempo con los demás niños del barrio, jugar al béisbol, a las canicas, al fútbol, con las bicicletas, saltar en los charcos en invierno cuando había llovido el día anterior…
Cuando llegaba el día de reyes era una ilusión muy grande en casa de mis abuelos. Poníamos millo en un cajón para los camellos y sidra y polvorones para los reyes magos en una mesa. Nos despertábamos al amanecer con el ruido de las esquilas de los camellos que hacía sonar mi padre; nosotros creíamos que eran de verdad las de los reyes de Oriente…
De C.G.S., hombre diagnosticado de esquizofrenia.

Mi infancia fue agravada por la tartamudez. Esto ha hecho provocar en mí una desconfianza sobre todo con la gente de la calle. Y en mi casa descargaba con los de dentro, por miedo a que en la calle me hicieran algún daño físico.
El daño siempre fue moral “¿por qué a mí?”, decía yo.
 Por qué me tocó vivir este calvario y, sin sentido alguno, hacía cosas que no quiero nombrar.
El perdón quisiera dar a estas tres personas que no tienen culpa de quien soy yo, y mucho menos en lo que me convertí por no dar la cara donde tenía que darla y solo fumar para desahogar mis penas.
De A.D.P.S., chico diagnosticado de esquizofrenia

No fui una niña muy feliz. Iba al colegio como otras niñas y hacía las tareas de mi casa. Vivía con una tía, lo cual no me fue muy bien ya que me faltaba el cariño de mis padres. Yo le pedí a mi madre que me llevara con ella a mi casa y así me llevó con ella. Ya estaba enferma y me curé de aquello que tenía.
De P.F.R., mujer diagnosticada de esquizofrenia

Fui una niña obediente y estudiosa. Mi abuela materna era maestra y me enseñaba cosas que estaban fuera del texto exigido. Por ejemplo: me enseño las maravillas del mundo antiguo de las cuales solo quedan: las pirámides de Egipto, el Coloso de Rodas , el templo de Artemisa en Éfeso, los jardines colgantes de Babilonia, etc...
De M., mujer diagnosticada de trastorno bipolar


¿Qué fue de mi infancia?
¿Fue tan corta
que recuerdo tan poca?
Mas, lo cierto, es que solo recuerdo
cosas livianas.
Ese corre entre tierra y plantas
la caza de lagartos con un lata
y los perros callejeros que,
como amo o cría,
me adoptaban.
Siempre fui,
bien recuerdo,
de extraña raza,
de los que caminan solos
sin más compañía
que algún marginado
de amistad efímera,
esos “amigos” de boquilla
casuales aliados
por no tener otros.
Que de mi se diferenciaban
en que, yo, por la soledad optaba.
Y, ellos, la tenían impuesta.
Recuerdo las palomas
divisadas por el colegio y sus ventanas
de palomares cercanos,
esas bandadas que volaban juntas
y, siempre, en círculos de sus casas.
Así combatía el aburrimiento
y mataba las lectivas horas
pensando en jugar a los boliches
o lanzarle piedras a unas latas.
Lo cierto es que fue corta
para lo que me hubiera gustado
pues, a los doce años,
decidí que ya debía de ser hombre
y me convertí en un niño imberbe
que se responsabilizaba de sus actos
aunque
siempre,
siempre,
siempre a solas,
y con la mirada ausente.
De J.Z.G.D., hombre diagnosticado de trastorno bipolar.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

increíble el poema, ojalá aprendiéramos a expresarnos con tanta honestidad

Anónimo dijo...

Inquietantes relatos en los que personas con recuerdos de experiencias infantiles muy diferentes, acaban con un diagnostico que no nos aporta nada de esas diferencias, sus soledades y sus alegrías y sufrimientos.

A.E., diagnosticado de Anónimo Expósito

marcel dijo...

hola
os escribo para felicitaros por vuestro Blog desde una Unidad Comunitaria de Rehabilitación en salud Mental desde Palma de Mallorca

salu2

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