Estaba
tumbado. Era un niño menudo lleno de miedos. Había una penumbra en
la cual la luna sonreía a las estrellas, cuando empecé a oír
ruidos en la habitación de al lado. Me levanté despacio, igual que
si fuera un lince moviéndose en busca de su captura, me acerqué a
la pared y me puse a escuchar. No se oía claro. De repente oí
golpes y gritos y, una mujer que lloraba angustiada y llena de
impotencia; otra maldita vez mi padre maltrataba a mi madre de forma
brutal. Yo lloraba sin hacer ruido, pero no podía evitarlo, era un
renacuajo que temía los grados de alcohol de mi padre.
Seguro
que yo no soy el único niño que ha vivido esto, lo cual día a día
estoy expulsando fuera de mi mente, ya que fue parte de un daño
mental grave.
Infancia
divina que derribó aquel ser de forma ininterrumpida, destruyendo
aquellas nuestras vidas.
De
J.A.C.D. , hombre diagnosticado de esquizofrenia.
Cuando
era niño era inquieto. Me gustaba salir a la calle a compartir mi
tiempo con los demás niños del barrio, jugar al béisbol, a las
canicas, al fútbol, con las bicicletas, saltar en los charcos en
invierno cuando había llovido el día anterior…
Cuando
llegaba el día de reyes era una ilusión muy grande en casa de mis
abuelos. Poníamos millo en un cajón para los camellos y sidra y
polvorones para los reyes magos en una mesa. Nos despertábamos al
amanecer con el ruido de las esquilas de los camellos que hacía
sonar mi padre; nosotros creíamos que eran de verdad las de los
reyes de Oriente…
De
C.G.S., hombre diagnosticado de esquizofrenia.
Mi
infancia fue agravada por la tartamudez. Esto ha hecho provocar en mí
una desconfianza sobre todo con la gente de la calle. Y en mi casa
descargaba con los de dentro, por miedo a que en la calle
me hicieran algún daño físico.
El
daño siempre fue moral “¿por qué a mí?”, decía yo.
Por
qué me tocó vivir este calvario y, sin sentido alguno, hacía cosas
que no quiero nombrar.
El
perdón quisiera dar a estas tres personas que no tienen culpa de
quien soy yo, y mucho menos en lo que me convertí por no dar la cara
donde tenía que darla y solo fumar para desahogar mis penas.
De
A.D.P.S., chico diagnosticado de esquizofrenia
No
fui una niña muy feliz. Iba al colegio como otras niñas y hacía
las tareas de mi casa. Vivía con una tía, lo cual no me fue muy
bien ya que me faltaba el cariño de mis padres. Yo le pedí a mi
madre que me llevara con ella a mi casa y así me llevó con ella. Ya
estaba enferma y me curé de aquello que tenía.
De
P.F.R., mujer diagnosticada de esquizofrenia
Fui
una niña obediente y estudiosa. Mi abuela materna era maestra y me
enseñaba cosas que estaban fuera del texto exigido. Por ejemplo: me
enseño las maravillas del mundo antiguo de las cuales solo quedan:
las pirámides de Egipto, el Coloso de Rodas , el templo de Artemisa
en Éfeso, los jardines colgantes de Babilonia, etc...
De
M., mujer diagnosticada de trastorno bipolar
¿Qué
fue de mi infancia?
¿Fue
tan corta
que
recuerdo tan poca?
Mas,
lo cierto, es que solo recuerdo
cosas
livianas.
Ese
corre entre tierra y plantas
la
caza de lagartos con un lata
y
los perros callejeros que,
como
amo o cría,
me
adoptaban.
Siempre
fui,
bien
recuerdo,
de
extraña raza,
de
los que caminan solos
sin
más compañía
que
algún marginado
de
amistad efímera,
esos
“amigos” de boquilla
casuales
aliados
por
no tener otros.
Que
de mi se diferenciaban
en
que, yo, por la soledad optaba.
Y,
ellos, la tenían impuesta.
Recuerdo
las palomas
divisadas
por el colegio y sus ventanas
de
palomares cercanos,
esas
bandadas que volaban juntas
y,
siempre, en círculos de sus casas.
Así
combatía el aburrimiento
y
mataba las lectivas horas
pensando
en jugar a los boliches
o
lanzarle piedras a unas latas.
Lo
cierto es que fue corta
para
lo que me hubiera gustado
pues,
a los doce años,
decidí
que ya debía de ser hombre
y
me convertí en un niño imberbe
que
se responsabilizaba de sus actos
aunque
siempre,
siempre,
siempre
a solas,
y
con la mirada ausente.
De
J.Z.G.D., hombre diagnosticado de trastorno bipolar.
3 comentarios:
increíble el poema, ojalá aprendiéramos a expresarnos con tanta honestidad
Inquietantes relatos en los que personas con recuerdos de experiencias infantiles muy diferentes, acaban con un diagnostico que no nos aporta nada de esas diferencias, sus soledades y sus alegrías y sufrimientos.
A.E., diagnosticado de Anónimo Expósito
hola
os escribo para felicitaros por vuestro Blog desde una Unidad Comunitaria de Rehabilitación en salud Mental desde Palma de Mallorca
salu2
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