Éste es un artículo sobre lo que Rosa Montero considera una obviedad: maldad y enfermedad mental nada tienen que ver. Pero las obviedades no calan con facilidad en nuestra sociedad cuando los mensajes alarmistas y morbosos inundan los medios de comunicación.
Dice Cris de Radio Nikosia, en el programa La Ventana de Cadena Ser ( podéis escucharla pinchando el link que añadimos al final del artículo), algo así como que el ser humano tiene miedo de sí mismo, que es más cómodo colocar lo aberrante fuera y hacer cargar al loco con el peso de todo aquello que no queremos asumir como nuestro.
Me pregunto si en realidad la maldad no es más que una posibilidad entre miles, una elección desesperada o no, un rasgo más del ser humano desprovisto de su humanidad, una salida hacia ninguna parte o hacia lugares incomprensibles y oscuros.
Y es que, aunque dé miedo, sería mucho más justo reconocer que la maldad puede estar en cualquier parte, en pequeñas proporciones si la comparamos con la bondad, pero en cualquier sitio...
"Hace unas semanas, un joven arrojó a las vías del metro de Madrid a una muchacha, que perdió una pierna a consecuencia de ello. Un terrible y escalofriante suceso que ha sido aireado hasta la saciedad en los periódicos. De cuando en cuando ocurre en nuestro país una agresión así, un incidente grave ocasionado por una persona que padece una enfermedad mental. Si se revisaran los archivos, se podría comprobar que estos actos fatalmente violentos son bastante raros. Pero saturan de tal modo y durante tanto tiempo los medios de comunicación que parecería que los mal llamados locos constituyen una de las principales amenazas de nuestra sociedad.
La realidad, sin embargo, es bien distinta. Todos los días, personas supuestamente normales cometen actos horribles de diversas índoles: hombres que pegan a sus mujeres hasta matarlas; gamberros que queman vivos a mendigos e inmigrantes; padres y madres que maltratan brutalmente a sus hijos pequeños; pedófilos que abusan de los niños; macarras que secuestran y apalean a extranjeras y las obligan a prostituirse… Por mencionar tan sólo algunas de las muchas barbaridades cotidianas que suceden en nuestra sociedad. Como en España hay unas 800.000 personas con problemas psíquicos, se diría que el porcentaje de actos violentos que comete este colectivo es ínfimo comparado con los crímenes de los demás ciudadanos.
Por favor, no añadamos más dolor, con nuestros prejuicios, al agudo sufrimiento de la enfermedad mental. La psicosis es un padecimiento grave y crónico, pero, bien tratados y bien integrados en su entorno, los enfermos pueden llevar una vida prácticamente normal. Lo malo es que esas circunstancias, el buen tratamiento, la buena integración, se dan pocas veces, justamente porque la sociedad los degrada y los rechaza, porque les impide ser personas. De entrada, los llamamos locos. O esquizofrénicos. O psicóticos. Como si no fueran más que eso, como si la enfermedad hubiera devorado todo su ser, aniquilando su personalidad. Sin embargo, cuando alguien padece un tumor maligno no decimos de él que es un canceroso, sino que es un enfermo de cáncer. Eso es lo primero que hay que conseguir: el respeto a la persona enferma, que no ha desaparecido, que sigue existiendo por detrás de su dolencia, con su voluntad, su dignidad, su inteligencia. Si la sociedad respetara más a los enfermos mentales, sin duda ellos podrían respetarse mucho más a sí mismos y estarían más apoyados y motivados para seguir los tratamientos, para luchar contra su mal, para quererse a sí mismos y cuidarse.
Los padres de estos enfermos (y sobre todo las madres, porque muchas veces los hombres tiran la toalla y se van del hogar) conocen bien el estado de abandono e indefensión en que se encuentran tanto los enfermos como sus familias. Desde luego se necesitan más Centros de Día, servicios ambulatorios en donde estos pacientes puedan recibir medicación y una cierta socialización. Pero eso, aun siendo una ayuda, no es suficiente. No basta con aparcarles durante el día en centros aislados y especiales para que se entretengan haciendo labores manuales. Hagamos un esfuerzo por cambiar nuestra mentalidad y dejar de marginar al enfermo mental. Por dejar de atizar el fantasma del miedo, como sucede cada vez que ocurre un incidente, y ofrecer una verdadera posibilidad de integración social. Hay algunas organizaciones, como la formidable Fundación INTRAS, que reeduca profesionalmente y fomenta la reinserción laboral de estos pacientes. Y en 2002 se puso en marcha en España el interesantísimo proyecto REdES, que consiste en proporcionar trabajo a personas con enfermedad mental crónica en el área de las nuevas tecnologías. Desde entonces, tres pacientes, Mamen, Eduardo y Lucía, se dedican a crear y mantener páginas web. Toman regularmente su medicación, han desarrollado su capacidad de convivencia, están bien insertados en el mundo y son brillantes, competitivos y eficientes en su trabajo. Son, en fin, personas completas, aunque estén enfermas.INTRAS, REdES y otras iniciativas internacionales de este tipo demuestran que la verdadera integración del enfermo mental no es una utopía ni un cuento voluntarista y edulcorado. Desde luego, el proceso no es fácil: y no sólo porque se trata de una dolencia grave y compleja, sino también, y sobre todo, por el espesor de nuestros prejuicios, por la ignorancia y la indiferencia de los llamados normales. Para cambiar la sociedad hay que empezar por cambiar uno mismo: por ejemplo, no utilicemos irreflexivamente la palabra loco. Y no olvidemos que detrás de la enfermedad siguen existiendo las personas."
Pinchando en este link podéis escuchar a Rosa Montero y Radio Nikosia en el programa La Ventana de Cadena Ser.
Artículo de Rosa Montero introducido por Esther Sanz ( Psicóloga Clínica Área Externa Salud Mental Tenerife)
2 comentarios:
Totalmente de acuerdo: hay que empezar por uno mismo. Y diría que acabar en uno mismo también.
No se trata de cambiar nada, se trata de ser quien uno es. Si es así siempre irá con nosotros el mundo que queremos, seremos lo que queremos que sea, seremos el ejemplo personificado.
¡Apuntemos a las personas, no a las etiquetas!
Un abrazo!
Sin duda comparto todo lo dicho, pero quisiera añadir algo que muchas veces olvidamos y es que la falta de recursos para atender a estas Personas, hace que estos hechos aislados, sean alguna vez realidad.Y todo porque hay demasiados políticos "Sin alma".
Conchi Cuevas
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