domingo, 10 de julio de 2011

Primeros episodios, ingresos, familia y ¿después, qué?




La familia de J. ha ido recopilando a lo largo de los últimos 6 años todos los informes clínicos de los ingresos por los que ha pasado su hijo. Los han resumido, para que cada nuevo profesional que ve a J, tenga un acceso rápido a toda la información disponible hasta ese momento, y los han ampliado con sus propios puntos de vista, vivencias y necesidades, con el objetivo de hacerse oír y mostrar el callejón sin salida en el que han vivido durante un largo tiempo y del que, temporalmente al menos, han conseguido salir.

Cito textualmente un fragmento que la madre de J. escribió antes del quinto y penúltimo ingreso en una unidad de corta estancia o unidad de internamiento breve de J.:

“…su modo de vida refleja un claro problema psíquico, que aún ningún especialista ha reflejado, ya que siempre le han diagnosticado como una psicosis tóxica derivada del consumo de cannabis. Nosotros, los padres, y un profesional que le ha llevado desde el año 2004, fecha de su primer ingreso, hemos intentado que se le lleve a un centro terapéutico y para ello hemos solicitado pruebas que certifiquen en qué estado se encuentra, pero dichas pruebas nunca se realizaron, a pesar de nuestra insistencia. Le daban el alta y volvíamos a estar como al principio.
Sin embargo, durante el periodo de no consumo, mantiene la siguiente conducta: no habla, come poco y sin orden, fuma, tirando las colillas y la ceniza al suelo, se ríe solo, cierra continuamente puertas, ventanas y cortinas, no se relaciona con nadie, está irritable, toma la medicación compulsivamente y abusa del redbull para contrarrestar los efectos secundarios de la misma… Hasta hace aproximadamente un mes, aún se podía estar con él en casa, pues si no se le llevaba mucho la contraria, no se ponía violento, aunque sí mantenia un comportamiento difícil. Ya así la convivencia era bastante complicada, pero intentábamos mantenerla para evitar otro ingreso y volver a comenzar 20 días después con la misma angustia de ver como dejaba el tratamiento y demás… Sin embargo, en las dos últimas semanas ha sido completamente imposible convivir con él, ya que ello supone un grave riesgo para nuestra integridad, puesto que la agresividad se pone de manifiesta ante cualquier conducta, e incluso si no se le dice nada, empuja y acorrala e insulta gravemente llegando a amenazar con dar palizas. Sin más ni más le da patadas a puertas y muebles; al no dormir de noche no para de dar portazos y hacer ruidos; cambia constantemente los muebles de sitio; se cambia de ropa hasta 3 o 4 veces al día, después de bañarse en cada ocasión, y luego la ropa la pone para lavar; a veces le obsesiona la limpieza y otras lo deja todo tirado; me exige que no haga comida y me echa de la cocina y si no lo hago, tira la comida, me insulta y amenaza; nos demanda constantemente que le pidamos un crédito para trabajar en bolsa y hacerse millonario; no quiere ni oir hablar de hacer cursos y mucho menos trabajar.
Esta situación concluyó cuando J. nos echó de casa.
Con la esperanza de poder solucionar esta situación de una manera definitiva, nos hemos marchado de casa y tratamos de elaborar informes para que desde un punto de vista profesional se llegue a un diagnóstico real de la enfermedad y poder recibir la terapia apropiada dentro de un centro, ya que él no es lo suficientemente competente para comprender y decidir con respecto al tratamiento y puesto que la no aplicación de éste podría provocar un daño superior al paciente y a la familia.
En tanto que el internamiento es una medida terapéutica, la decisión última le corresponde al médico especialista, ya que el juez en estos casos solo autoriza, no ordena el internamiento.
Es un ruego, una súplica, a aquellas personas que tengan en su mano el poder y la decisión de poder darle una vida digna no sólo al paciente, sino a toda la familia”. 

Este no es un caso aislado ni excepcional. 

La historia se repite de una manera más o menos parecida a la que nos relata esta madre: adolescentes que comienzan a tontear con las drogas, rupturas biográficas ("desde entonces no ha vuelto a ser el mismo/la misma", suelen repetir muchos padres), primeros ingresos desde edades muy tempranas en unidades de internamiento breve, a los que les siguen segundos, terceros, cuartos, quintos, sextos ingresos...

Familias desesperadas y desbordadas para las que 15,20 o 30 días de hospitalización de su hijo/a son solamente una pequeña tregua a la que le seguirá más de lo mismo.

Historias clínicas donde, de manera aséptica y esquematizada, se suceden síntomas, conductas, diagnósticos, tratamientos:  ideas delirantes de tinte megalomaníaco o paranoide, fenómenos de robo, lectura e inserción del pensamiento, alucinaciones auditivas , interpretaciones delirantes, agresividad, angustia, irritabilidad, suspicacia, aislamiento, abandono de los estudios y las aficiones, conductas extravagantes, abandono de la ingesta, conductas temerarias, intervención de las fuerzas de orden público, no conciencia de enfermedad, no adherencia terapéutica...

Hasta que, en el caso que nos ocupa y en tantos otros, un ingreso más prolongado permite asegurar el cumplimiento terapéutico, estabilizar los síntomas, alejar a la persona del consumo de sustancias, plantear alternativas de futuro, trabajar la conciencia de enfermedad y otros aspectos psicoterapéuticos, de una manera, eso sí, muy condicionada por la situación de encierro (somos conscientes de que, a pesar de los continuos permisos y salidas, la conducta y decisiones de la persona ingresada estará mediatizada por el contexto en que se encuentra) , y en definitiva, poner fin a una situación para dar comienzo a otra nueva, que suponga una mejora para todas las partes.

Claro que las cosas podrían hacerse mucho mejor, que hacen falta más recursos e intervenciones comunitarias, nuevos abordajes y un replanteamiento constante de nuestro trabajo, pero prefiero terminar este texto con dos palabras que simbolizan las sensaciones que me han transmitido durante varios meses los padres de J.: alivio y esperanza.

Y como no, con la risa de J. y el despertar en él de nuevas inquietudes y una vida familiar donde, por fin, hay calma.

Texto en negrita y cursiva aportado por una madre de persona diagnosticada de esquizofrenia paranoide y resto del artículo escrito por Esther Sanz (Psicóloga Clínica Área Externa de Salud Mental).

7 comentarios:

pere dijo...

A los padres de J.
No soy profesional de la salud mental pero conozco de primera mano los problemas que viven los padres de alguien con algún tipo de psicosis, por lo que me permito opinar aún cuando sea solo eso: una opinión.
Cuando una persona tiene problemas consigo mismo y no consigue ubicarse en el mundo, tiende a culpabilizar a otros y a huir de sus conflictos internos. Esto no es nada raro, ocurre muy a menudo. Pero algunas personas, por las causas que sea, este tipo de conflictos interiores las desbordan y no son capaces de superarlos por sí solos. Esto no lo cura ninguna pastilla. La medicación sirve para apagar el incendio; luego hay que aprovechar la condición de calma, o de calma relativa, para ayudar a la persona que sufre el conflicto a superarlo. Si se encontrara otra vez exactamente en la misma situación, volvería a suceder exactamente lo mismo.
Así que es muy importante que esta persona se de cuenta de algunas cosas: que su familia no olvida la persona que hay detrás de todos los síntomas desagradables, que a otras personas les ocurren cosas parecidas y se esfuerzan por superarlo y lo van consiguiendo, y que la vida vale la pena de ser vivida a pesar de las dificultades. Es a este 'darse cuenta' en lo que se puede ayudar, y es importante hacerlo; no se de los recursos que hay en canarias (este blog hace poco hablaba de esto) pero la implicación de la familia es vital.
Un abrazo y no os dejeis abatir, muchas personas han superado una esquizofrenia.

Amaia Vispe dijo...

Esperanza para mejorar, creer sinceramente que las cosas pueden cambiar y recordar lo que un día fuimos.

ΣAnx_ dijo...

Habría que ver hasta que punto la conducta regresada de este chico, supongo que un adulto, responde a un acto psicótico. la orden dada por unas voces, el sacrificio en pro de una visión, el delirio... daría otro cariz al asunto. No voy a loar la bondad de padecer una desadaptación respecto al medio pero sí resaltar que el bienestar, la salud, es un derecho del que muchos pacientes no quieren responsabilizarse inmadura pero legítimamente, por mucho más que hagan sufrir. Abordar y tratar de ayudar, o acompañar en el proceso, pero sin forzar, es la única respuesta cuando el acto no responde a una agresión cortocicuitada por una conducta plenamente psicótica (toda agresión instintiva es en general puntualmente psicótica). El papel del sanitario metido a la producción de obligados correctos ciudadanos sólo puede desencadenarse mediante dinámicas diabólicas. A mí me parece muy claro, el fin no justifica los medios. La medicina autoimpuesta es una medida excepcional que debe estar correctamente protocolizada como respuesta a una agresión y sometida a una exquisita revisión judicial para evitar arbitrariedades

Paco dijo...

Enhorabuena, creo que es un reto que el sistema de salud sea capaz de no excluir a nadie y dar soluciones, respaldo, compañía y resultados.

Anónimo dijo...

Del testimonio de esta madre, lo que más me golpea es esa respuesta violenta, incluso hasta la eliminación, de lo que más se quiere.
Estoy de acuerdo con Pere en que, después de rescatar esa esperanza, esa calma y esa risa, es preciso anticiparse frente a la posibilidad de un nuevo ingreso o de ruptura biográfica. Se me ocurre la necesidad de ordenar las sucesivas experiencias, identificando pautas, señales, pensamientos, obsesiones, etc... Hacerse consciente de ello puede ayudar a reconocerse en el umbral de una nueva crisis y solicitar ayuda antes de que el sentimiento de enfermedad se disuelva.
Me escandalizan algunas de las cuestiones que aparecen en el comentario de "anx". Puede que interprete fatalmente sus palabras, pero entiendo que habla de "imponer" aunque sea por una "exquisita fuerza judicial", los derechos, pues quien hace dejación de ellos, es por "inmadurez".
Vendría a ser algo así como la explotación agrícola industrial, que utiliza químicos para madurar las frutas, o las recogen antes llevándolas a madurar a cámaras frigoríficas...
Más que alterar los procesos naturales (cada cual tiene el suyo), tendríamos que facilitarlos.

ΣAnx_ dijo...

Anónimo, con un ejemplo respecto a la inmigración controlada: no se puede comparar la situación donde todos los extranjeros pueden entrar sin trabas y sólo excepcionalmente se les expulsa a su lugar de origen, a la realidad que vivimos. A pesar de llenarnos la boca con que todos somos iguales, independientemente de nuestras creencias, sexo, edad, lugar de procedencia, bla, bla, bla, la gente no puede entrar libremente y sólo excepcionalmente se le considera de aquí. Pues eso, salvando las diferencias, es lo que he visto yo a todos los proveedores de salud mental. No la excepción, sino atar a cualquiera por cuestiones tan peregrinas como llevar unas gafas de sol, andar en pijama por el pasillo, escaparse(por qué no se ata al que está a cargo del paciente...) o simplemente protestar. Sencillamente un despiporre consentido de abusos. No nos ponemos a nivel, pero no quita que racionalmente pueda haber situaciones excepcionales donde es preciso una cuarentena(que sabemos no significa estrictamente 40 días) como ocurre en determinadas enfermedades infectocontagiosas. Concretando, la violencia inminente es casi el único caso en que un paciente mental podría ser obligado a ser tratado contra su voluntad pasajeramente. De ahí a justificar, como ocurre hoy día, el castigo, hay un trecho muy largo.

Anónimo dijo...

No se si como se expone en el post el paciente este bien o mal diagnosticado, eso corresponde al especialista. Lo que me hace reflexionar es acerca de la importancia de un buen diagnóstico para el correcto abordaje del paciente y así mejorar su evolución. En este blog existe una entrada muy interesante acerca de la importancia del diagnóstico en psiquiatria (ver). Recomiendo leerla.
Animo, esperemos que su hijo mejore ya que parece que esta en buenas manos.

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