“Llenósele la fantasía
de todo aquello que leía en los libros, así de encantamientos como pendencias,
batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates
imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda
aquella máquina de aquellas sonadas soñadas invenciones que leía, que para él
no había otra historia más cierta en el mundo”
Casi
nadie dudaría de la belleza con la que Cervantes describe el momento en que
nuestro querido Don Quijote de La Mancha “pierde el juicio”. Y sin embargo, aún
existiendo una tendencia literaria y artística a embellecer la “locura”, son
pocos los que la aprecian. Las ideas erróneas en torno a la enfermedad mental,
de peligrosidad e incapacidad, parecen superar los mitos que la consideran un
estado admirable o grandioso, digno de un Quijote. La realidad objetiva de lo
que es y no es un problema de salud mental poco o nada tiene que ver con las
creencias populares transmitidas en nuestra sociedad desde tiempos inmemoriales.
Quizás esto se deba a que el ser humano está menos preparado para comprender la
enfermedad mental que la enfermedad física y por este motivo, crea que se trata
de una alteración rara y poco frecuente. La OMS (Organización Mundial de la
Salud) sugiere que la enfermedad mental es una alteración de tipo emocional,
cognitivo o del comportamiento en la que pueden quedar afectados aspectos
físicos y procesos psicológicos que dificultan la adaptación de la persona a su
entorno social y cultural. Pensar que esto ocurre en el menor de los casos es
erróneo: los trastornos de salud mental representan el 12,5% del total de los
problemas de salud, un porcentaje superior al cáncer o a los trastornos
cardiovasculares.
La
imagen fascinante o devastadora que suscita el sufrimiento asociado a la
vivencia de quien experimenta un trastorno mental suele estar relacionada con
dos creencias altamente arraigadas en el término de “locura”: el mito del
artista loco y el prejuicio del loco agresivo. Si bien es cierto que a menudo
se asocian creatividad y enfermedad mental, parece ser que el puente que une
“talento y locura” es la alta sensibilidad. Se dice de la personalidad creativa
que está más abierta a la emoción y a la intuición, mientras que la experiencia
psicótica, por ejemplo, podría activarse en función de la sensibilidad al contexto.
Ambos pueden coexistir por azar en un mismo individuo, pero en ningún caso la
creatividad procede de la “locura”, ni un problema de salud mental procede de
la creatividad. Del mismo modo, no hay razón para pensar que existe una
relación directa entre agresividad y enfermedad mental o que la violencia sea
un síntoma de este tipo de trastorno. La investigación al respecto ha observado
que la probabilidad de que una persona con este diagnóstico cometa un acto
violento es la misma que tiene cualquier otra. Datos sobre salud mental
facilitados por la OMS afirman que el 98% de personas con enfermedad mental no
comete un acto violento en su vida y cuando esto ocurre, es porque no está
siendo atendida como necesita. Es más, estas personas son más víctimas que
autores. Según algunos estudios, quien padece una enfermedad mental sufre actos
violentos hasta 14 veces más que la población general.
Desmontar
estos y otros tantos mitos es necesario para una recuperación de la enfermedad.
Recuperar la dignidad del ser humano, ignorada durante las prácticas manicomiales anteriores a la reforma
psiquiátrica de 1986, es esencial para que la persona que experimenta síntomas
de enfermedad mental encuentre de nuevo el sentido de vivir en sociedad. El
aislamiento, la medicación amordazante y las etiquetas alienantes no favorecen
la integración de la persona en su comunidad natural. Se necesitan corrientes
comprometidas que hagan posible la recuperación, reinserción y atención
integral en salud mental. Un ejemplo de ello son las asociaciones que
identifican y reivindican las necesidades y derechos de este colectivo. En esta
dirección avanza AFES, la primera asociación de salud mental fundada en
Canarias para la atención de familiares y personas con enfermedad mental. Con
más de 35 proyectos en activo y cerca de 600 asociados, atiende anualmente a
más de 800 personas. Para no dar pasos atrás desde “el cierre de los psiquiátricos”,
AFES apuesta por la inversión en salud mental, la coordinación sociosanitaria y
el mantenimiento de la actual red de recursos sanitarios, psicosociales y
familiares: unidades de salud mental, equipo comunitario asertivo, atención
domiciliaria especializada, centros de rehabilitación psicosocial, centros
ocupacionales, viviendas supervisadas, proyectos de inserción laboral,
programas de atención familiar y, por supuesto, servicios que asesoren y
faciliten información objetiva y veraz en torno a la salud mental junto con
programas que emprendan acciones de sensibilización y empoderamiento. En el
2012, AFES cumplió 30 años desde que se constituyera en 1982, aniversario que
lleva el lema de su última campaña de sensibilización: “Mi enfermedad mental
tiene tratamiento, ¿tu prejuicio tiene cura?”, una pregunta que la sociedad
podrá responder conociendo la realidad de las personas que viven con un
trastorno mental.
Texto escrito por
Patricia Villena, psicóloga de AFES (Asociación Canaria de familiares y personas con enfermedad mental)