Introducción:
Esta carta fue enviada a una familia en la que uno de sus miembros, Alfonso, cercano a la treintena, venía sufriendo trastornos mentales graves desde hacía más de 10 años. Cuando mi colega y amigo psiquiatra Ovidio y su compañera de trabajo Maite, me invitaron a asesorarles en esta historia, Alfonso había sufrido una serie de recaídas dolorosas, con hospitalizaciones muy frecuentes, unas 6 veces en el último año. La familia, desesperanzada, había perseverado en el apoyo de las instituciones, y era vista como beligerante, no colaboradora y enquistada. Antes de redactar esta carta, propuse al equipo del Centro de Rehabilitación convocar una reunión donde asistieran los profesionales implicados que quisieran. Un total de 8 profesionales: psiquiatras, trabajadores sociales y psicólogos nos reunimos para compartir nuestras inquietudes, puntos de vista y nuevas posibilidades de estrategias para seguir apoyando a esta familia.
A raíz de esta carta iniciamos una serie de contactos con la familia en diversos formatos, terapia familiar conjunta, individual, sólo con los padres..., de tal manera que el grado de colaboración, satisfacción de todos los implicados, sensación de bienestar de la familia y del principal protagonista, Alfonso, fue creciendo, y creciendo. En los siguientes meses solamente hubo una hospitalización de 3 dias, y al seguimiento, tres años más tarde, no había vuelto a haber recaídas significativas ni hospitalizaciones.
Desde aquí, mi más profundo respeto, orgullo y honor hacia todos ellos, Alfonso y sus familia y los compañeros profesionales. Todos aprendimos de todos. Todos crecemos con todos. Desde aquí,para ellos, mi recuerdo, mi apoyo, mi esperanza y mi entusiasmo.
Chema Rodríguez de Castro.
Palma, 27 de Marzo de 20XX
La carta:
Estimada familia:
Aunque parezca un tanto extraño, me pongo en contacto con ustedes, a pesar de que no nos conozcamos personalmente. Mi nombre es José María Rodríguez, y estuve presente el día 22 de Marzo en una importante reunión con la mayoría de profesionales médicos, psicólogos y trabajadores sociales que han estado estos años en contacto con ustedes, acompañándoles junto a Alfonso en este difícil camino. Me invitaron a colaborar con ellos, ya que mi trabajo como terapeuta familiar podía, quizás, aportar algo en su ayuda.
El motivo de esta carta es transmitirles a todos mi opinión e intentar ofrecerles nuevos caminos para seguir avanzando.
Ha tenido que ser durísimo el vivir día a día con esta enfermedad, ya que no sólo es Alfonso el triste protagonista de todo ello, sino que todos, y muy especialmente su madre, Águeda, han estado sufriendo y acompañando a Alfonso en todos y cada uno de los momentos de crisis, bajones, baches, pequeñas y grandes esperanzas. Y además, tengo la sensación de que en todo este duro y complicado camino, las ayudas que han pedido y solicitado han funcionado de muy distintas maneras. Incluso creo entender que a menudo se han sentido abandonados, ignorados, no escuchados, mal tratados y todo ello lo han debido vivir con desesperanza, incertidumbre y, lógicamente con dolor y desconfianza. Me gustaría poder hablar de todo esto con ustedes, y pedirles disculpas por adelantado. A veces los profesionales también tenemos nuestras incertidumbres.
En mi experiencia acompañando y ayudando a familias que pasan difíciles momentos, he conocido muchas veces historias parecidas a la suya, personas que luchan y perseveran durante años y años y años por salir adelante, y que alternan buenos momentos (me consta que saben hacerlo muy bien…) con situaciones muy delicadas, ingresos, hospitalizaciones, situaciones extrañas en hospitales, buscando remedios donde fuera con tal de que las cosas mejoren. Incluso, en algunos casos lo único que tienen las familias donde agarrarse, tras tanta y tanta desesperación es a eso, a la esperanza, a tener fe en que ocurra un milagro…Que no llega.
Pinchar en más información para seguir leyendo.