El trabajo se basa en las necesidades y el sistema de valores reconocidos por el paciente y, es a partir de éstos desde dónde se van planteando los objetivos. El terapeuta trata de acompasar, de sintonizarse con el otro y desde ahí, invita al movimiento hacia adelante, a probar nuevas formas de continuar con la vida, sin dejar de estar en horizontal, al lado de un igual. El camino hacia la recuperación es un proceso ÚNICO E IRREPETIBLE, cada persona puede aventurarse a descubrir el suyo.
Ha sido vital observar e ir interiorizando un estilo terapéutico basado en la coconstrucción de un vínculo basado en la CONFIANZA. Esto es especialmente delicado cuando trabajamos con personas que han vivido una crisis psicótica, ya que la propia ruptura personal dificulta su capacidad para conectarse con el otro.
Muchas veces los profesionales creemos que, por el hecho de serlo y ocupar un rol laboral, tenemos derecho a que los pacientes respondan a nuestras preguntas y agarren la mano que les ofrecemos; esta falta de humildad impide la relación y por tanto cualquier tipo de “cura”.
Al principio sólo somos extraños, incluso invasores de un espacio personal que además, encierra un gran dolor, debemos de ser conscientes de cómo nos percibe el otro y poco a poco ir intentando sincronizarnos, para poder APRENDER DE ÉL y con él. ESTAMOS A SU SERVICIO y no al revés. Debemos cuidarnos de nuestro ego, centrarnos en el otro, y por supuesto superar la dañina lucha de egos que con frecuencia se da entre profesionales.
Poco a poco mediante el aprendizaje en la residencia y otras áreas de mi vida, voy siendo consciente y trabajando mi capacidad para vincularme, para desarrollar una ACTITUD EMPÁTICA, RESPETUOSA, CÁLIDA, DE ACEPTACIÓN INCONDICIONAL Y AUTENTICIDAD, creo que este desvelamiento no acabará nunca, hoy puedo decir que continúo con ganas y hacia adelante. Es curioso que estas actitudes parezcan simples y obvias y a la vez infinitas y complejas.
Nuestra mirada como terapeutas, ha de ser una mirada respetuosa y AMPLIA a los seres humanos en su complejidad, que permita hacer visibles fortalezas psicológicas, cualidades y capacidades en los sujetos objeto de nuestra atención, en sus familias, y en las personas identificadas como importantes o significativas por y para ellos. Cuando ajustamos y enlazamos diversos procedimientos como un medio para conectar con intereses significativos, estamos propiciando sensaciones de competencia, protagonismo y autoría, que pueden ser optimizadas en el proceso de acompañamiento hacia contextos naturales. Y desde una distancia que favorece el aprendizaje proximal, propiciamos que las experiencias vividas puedan ser puestas en palabras, y sean interiorizadas como experiencias personales y positivas de éxito. Esta forma de proceder, a través de diversos espacios y contextos, facilita que el encuentro con uno mismo pueda vivenciarse como una realidad.
Con frecuencia decimos que la psicosis es una ruptura con la realidad, con el mundo exterior, un alejamiento de los significados compartidos y una regresión donde los significantes se separan de la esencia de las cosas. Con lo experimentado hasta aquí, me doy cuenta de que lo que en realidad se pierde es el contacto con la SINCERIDAD hacia uno mismo; los propios pacientes reconocen que sus experiencias vitales son más dolorosas que su realidad psicótica.
Me doy cuenta de que todo influye, he aprendido a analizar detalles que en otras ocasiones podrían pasar inadvertidos, también a enfocar la atención en poder de lo no verbal y utilizarlo. El terapeuta utiliza un estilo de comunicación que le permite transmitir al paciente su convicción de que es capaz de alcanzar, gracias a su esfuerzo y habilidades, los objetivos que él mismo ha elegido. De esta forma se les ayuda a asumir la RESPONSABILIDAD de sus propias vidas, dejándoles claro que solamente recibirán ayuda cuando realmente quieren conseguir algo implicándose desde una posición proactiva, pero no recibirán ayuda cuando prefieran acomodarse de forma rentista, ya que son ellos los que deciden las metas y la posición que adoptan en su vida.
La intervención no se centra tanto en analizar el contenido de los delirios y las alucinaciones, ni las experiencias traumáticas vividas, sino que se centra en sus potencialidades, sus fortalezas, su parte más sana. Sólo en la medida en que van mejorando se pueden ir abordando los síntomas de la enfermedad y las experiencias negativas, siempre que se considere que esto pueda ser útil para su recuperación. Señalo la importancia del trabajo con las experiencias infantiles, éstas son claves; aunque no son la única clave.
Otra característica importante de este tipo de intervención es que se procura incorporar en todo momento contenidos que se conecten con sus intereses, sus gustos, de forma coherente con su psicobiografía. Se trata de intervenir sin que parezca que estamos interviniendo, de forma que, mediante modelado y aprendizaje vicario, puedan ir incorporando a su repertorio diversas habilidades de un modo más ecológico. Este tipo de intervención transversal es especialmente eficaz en este tipo de pacientes, ya que el aprendizaje más implícito apenas está afectado.
Observar y participar de este tipo de intervenciones me ha revelado una nueva forma de trabajar que considero muy útil; podemos trabajar con cualquier suceso presente, implementando en la vida cotidiana la co-construcción de una identidad más sana y coherente. Es importante ocuparnos de TODO lo que implica la vida, desde lo que aparenta ser más superficial, hasta lo más profundo. Me recuerda a una especie de la microcirugía, debemos ser cuidadosos, consientes de lo que procuramos, concienzudos y escrupulosos en las palabras y los movimientos y por supuesto reconozco que todo esto es posible si el terapeuta confía en la recuperación, en el otro y en sí mismo.
Las vivencias en el ámbito de la recuperación del TMG me han ayudado a tomar conciencia de cómo puedo utilizarme a mi misma y a los equipos de trabajo como instrumentos respetuosos favorecedores de experiencias positivas y así sanar y sanarnos. Me gustaría comentar la importancia del análisis de la contratransferencia, tuve una experiencia que quizás estaba bloqueando el trabajo con un usuario del centro. Se trataba de un varón de 39 años en silla de ruedas por tener una paraplejía consecuencia de un intento de suicidio; esta situación me generaba sentimientos de pena y en parte compadecimiento. Al través del darme cuenta de mis sentimientos pude elaborar que era una manera de infravalorarlo, y que esto podía limitar su desarrollo, trabajé en la dirección de verlo como una persona capaz, responsable de su vida y de su bienestar.
Las intervenciones familiares son fundamentales para conseguir una recuperación real. Cada cierto tiempo se citan a las familias para que acudan al centro. Con algunas familias trabajamos la sobreprotección, con otras apoyábamos la adaptación a la realidad de la convivencia con una persona en el proceso de recuperación. También son una importante fuente de información para confrontar a los pacientes. En múltiples ocasiones se trabajaban aspectos emocionales y comunicacionales.
Las intervenciones que se promueven son UN MEDIO para que el usuario alcance el éxito y no un fin en sí mismas, por lo que se van introduciendo, combinando y ajustando con intensidad variable en el momento terapéutico oportuno. Por ello es necesario que los profesionales seamos flexibles, ricos y creativos en habilidades terapéuticas que se adapten a las personas.
Uno de los aprendizajes que me llevo de esta experiencia, es la necesidad y la utilidad de dar información; descubro su función contenedora. En repetidas ocasiones he percibido que el informar con claridad y seguridad significaba para las personas como una especie de puente sobre el que eran capaces de atreverse a seguir caminando.
Otra de las ideas recibidas es que; es al ir contando historias sobre nosotros mismos cómo vamos creando un sentido de quienes somos, ordenamos lo que nos pasa y podemos ir integrando muestras experiencias, y así podemos insertar nuestra experiencia en un marco cultural compartido. Es característico de las personas con trastorno mental grave el alejamiento parcial de la realidad compartida, por ello se hace necesario trabajar con las gafas del enfoque constructivista y en concreto con técnicas narrativas que nos puedan acercar.
Otro de los aprendizajes que me gustaría destacar es la relación entre la salud y EL TENER EN CUENTA AL OTRO. Considero que ésta orientación hacia los demás nos habla de recuperación, muchos de los usuarios se proponían participar en actividades de voluntariado y se mostraban agradecidos; pude observar que estas conductas se relacionaban con mejoría subjetivas y satisfacción vital. Por ello también puede ser utilizada como herramienta terapéutica. Según León Tolstoi “el que ayuda a los demás, se ayuda a sí mismo”. Personalmente me gustaría agradecer la presencia y la influencia de todas las personas con las que me he cruzado durante esta rotación, he aprendido mucho y ha sido maravilloso encontrar un escenario donde el trabajo se hace desde la autenticidad del corazón… ¡GRACIAS!
Desde hace mucho tiempo he creído que la confianza o la creencia en algo (aunque a veces puede ser inconsciente o no coincidir con la conducta explícita) es el mejor índice para pronosticar lo que sucederá; más tarde conocí que a esto lo llamaban “profecía autocumplida” y que en el caso de la recuperación de las personas con TMG sabemos que el mejor predictor del grado de recuperación de una persona es la esperanza o expectativas positivas del equipo que trabaja con él. En esta rotación he experimentado esta realidad y es más, hemos trabajado en ella tanto con los usuarios y su entorno, como con los propios profesionales.
Considero que es importante que nos preguntemos con sinceridad ¿Qué es la esperanza para mí?, ¿Creo en la recuperación?, ¿Qué significa estar recuperado?, ¿Creo que transmito esperanza en mi quehacer diario?... ¿hasta dónde creo puede llegar una persona?... mejor hablar de hasta dónde yo puedo llegar, no cortemos las alas del otro porque aún nosotros nos limitamos. He reflexionado y sigo reflexionando sobre estas cuestiones, aconsejo ver y reflexionar con el siguiente vídeo (http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=w-sVl1hNxuY).
Creo que no sólo debemos tener esperanza, también debemos saber que todo lo que nos pasa en la vida puede ser redefinido como una OPORTUNIDAD PARA EL APRENDIZAJE Y EL CRECIMIENTO, tal y como dice Ciompi: “La descompensación psicótica aguda es una grave crisis del desarrollo que puede conducir al fracaso existencial o construirse como una ocasión de maduración y cambio.” La crisis es una oportunidad para CONTINUAR con la vida, no debe significar un comienzo, debemos trabajar para integrarla en la psicobiografía de la persona. Hilar el concierto de causalidades que se suceden y nos colocan en un presente capaz de abrirnos a la abundancia.
Tras esta rotación refuerzo el enfoque centrado en las fortalezas, en la valoración de la parte sana, en el trabajo “microscópico”, concienzudo y diario; en el trabajo que se dirige a la coconstrucción de un sentido vital, coherente e integrado con su propio sistema de valores; en la terapia centrada en el aquí y ahora que crea los contextos y experiencias que favorecen el desarrollo de lo que la persona ya tiene dentro de sí misma: su libertad y responsabilidad de VIVIR su VIDA, su propio proyecto. Como dice Galileo Galilei: “No se puede enseñar nada a un hombre, solo se le puede ayudar a encontrar la respuesta dentro de sí mismo”
Por otro lado, mi experiencia en el contexto de la terapia grupal con personas diagnosticadas de un TMG es muy positiva, las personas lo vivencian como un espacio abierto, se co-construye como un espacio de seguridad, confianza, socialización, escucha y acompañamiento. Se pretende la expresión personal de cada persona a través de la palabra, he podido aprender la importancia de conectar los hechos con las emociones para que la expresión de los pacientes sea más profunda y auténtica y así estimular el autoconocimiento. Creo que el autoconocimiento, o al llamado “darse cuenta” es una de las principales llaves del cambio personal, es especialmente enriquecedor el fenómeno de espejo que en un grupo puede darse. Se fomenta el autocontrol y el respeto del otro; consecuencia inevitable de la mejoría; especialmente en los pacientes con TMG que frecuentemente se repliegan en sí mismos. Es necesario salir del egocentrismo perceptivo y ver otros puntos de vista.
En el desarrollo de esta actividad he logrado sentirme cómoda y segura, manteniendo una actitud de acompañante, evitando los prejuicios y sin ideas preconcebidas sobre cómo “tiene que” salir el grupo o sobre el material que “tiene que” ser abordado durante el mismo. La curiosidad y el respeto por las personas que acuden a él me ha ayudado a abrirme y entusiasmarme con este tipo de trabajo. Ha sido importante fijarme en el proceso que se haya detrás del contenido que los participantes pueden explicitar, ya que trabajando de ese modo las personas pueden conectar con sus verdaderas necesidades y casi como si de magia se tratara, el grupo se une y la identificación de unos con otros se potencia, lo cual hace más fuerte y potente el espacio grupal.
Con la experiencia uno se da cuenta de la estigmatización que viven las familias; considero que muchas de las culpas que sienten pueden estar relacionadas con conceptualizaciones psiquiátricas; desde las “madres esquizofrenógenas” que nombraba Fromm-Reichman, hasta la “emoción expresada” enunciada por los sistémicos, en parte encierran a las familias en sentimientos de culpabilidad y reproches que los profesionales debemos trabajar. En mi experiencia profesional descubro que otra de las llaves del cambio, junto con el autoconocimiento, es el trabajo con los otros significativos; sobre todo cuánto más grave es la psicopatología.
Creo que los profesionales deberíamos vivir con autenticidad nuestra profesión y sentir las injusticias del sistema como un agravio hacia nuestra labor; por lo tanto es nuestra misión condenar y cambiar este sistema enfermo, esta sociedad enferma. Durante mi rotación no ha sido agradable percibir actitudes discriminatorias, ofensivas y poco profesionales hacia los pacientes. Es frecuente la utilización de un lenguaje y un formato de relación que nos aleja de la auténtica relación, que nos aleja de la curación; claro que también nos aleja del dolor del otro y es por eso que quizás en algunos espacios supuestamente sanadores, en los que el sufrimiento se puede respirar, y donde las realidades de las historias de vida de los ingresados superan con creces las películas de terror, aún hoy por hoy los residentes que por allí pasamos, percibamos que aún queda mucho por andar. Continúa habiendo un abismo entre el modelo que se procura, que está en la boca de todos y la asistencia real que se ofrece, además quizás esta contradicción, o “doble vínculo” como diría Beateson sea aún más perjudicial.
Por todo ello creo que nuestro trabajo, nuestra responsabilidad, es continuar denunciando, reflexionando y sembrando con autenticidad el modelo de recuperación.
En cuanto a mi experiencia con el Equipo Comunitario Asertivo, quiero decir que es un placer encontrar recursos de carácter fresco y cercano, que transmiten esperanza y fe en la recuperación, donde la mayoría de los profesionales se muestran cercanos a los usuarios, se trabaja en equipo, con la conciencia de la necesidad de formación continuada, donde se destaca la importancia del vínculo en la curación y la puesta en práctica de los valores humanistas de aceptación incondicional, empatía, autenticidad y respeto por el otro.
Para concluir cito las palabras de Shepherd et al., 2008, que definen el trabajo del ámbito de la recuperación de las personas que conocen el sufrimiento mental grave: “En la base de la recuperación reside un conjunto de valores sobre el derecho de un persona a construir por sí misma una vida con sentido, con o sin la continua presencia de los síntomas de una enfermedad mental. La recuperación se basa en los conceptos de autodeterminación y autocontrol. Enfatiza la importancia de la `esperanza´ para mantener la motivación y apoyar las expectativas de una vida individual plena” .
Texto escrito por Diana Pastor Cifuentes (Residente de Psicología Clínica)