jueves, 26 de abril de 2012

Anatomía Humana (Crítica literaria)

Pues sí, el título no es ninguna metáfora. Anatomía de un espejo roto. Levántese quien pueda y otras locuras”, la ópera prima de Raúl Velasco Sánchez (periodista en diferentes medios y soportes), es un tratado de anatomía.
El autor toma la palabra, como un afilado bisturí, para diseccionar cada historia, haciendo un exámen descriptivo donde nada queda oculto al lector. Nos cuenta diecinueve situaciones humanas, donde lo que importa es la topografía, la ubicación, la disposición, las formas, con visión dinámica y pragmática. Sin entrar en juicios de ningún tipo. En la más pura tradición costumbrista, del médico-narrador de historias como fueron Pío Baroja o Anton Chejov, grandes autores cuya literatura eran esos retratos (anatómicos) de personas sencillas, que privilegiadamente como médicos rurales pudieron conocer, los más oscuros secretos familiares, las dichas y las desdichas más humanas, Ahí es donde empieza el arte, extraer la belleza de lo que tenemos frente a nuestras narices cada día, hacer ameno lo cotidiano, elevar los sentimientos tratándolos, mimándolos inteligentemente,…eso es la literatura. La tragedia de la vida, entre el amor y el dolor, no hay mediocridad que valga.

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Desde el más absoluto respeto, Raúl Velasco nos relata en su “Anatomía de un espejo roto” historias raras de seres humanos, historias humanas de seres raros; historias que se apartan de lo habitual, de lo más frecuente en nuestra sociedad; comportamientos o ideas poco frecuentes; personajes primitivos, insensibles y despiadados; seres que sufren y temen; individuos que aparentan estar integrados, felices y adaptados; otros que sufren la agresividad y la insolidaridad; individuos responsables, racionales y productivos; personas tratadas, medicadas y estigmatizadas;…
Ante la triste y dura realidad del mundo moderno, la sociedad racionalista occidental excluye a quien no se ajusta a su sistema de valores morales o a sus valores e intereses pragmáticos, y lo proclama enfermo.

   Asombra la madurez con la que Raúl Velasco maneja el lenguaje pese a su juventud en una primera obra, ser culto sin caer en la pedantería, ser ameno sin caer en el sensacionalismo, ser poético sin caer en la frivolidad. Dueño y libre, no se somete a la moda actual para dar una impresión cómoda al lector de ser culto con un mínimo esfuerzo intelectual. En estos tiempos de infantilización de la cultura, donde el valor supremo es el entretenimiento, comete la temeridad de hacer una literatura adulta, ni adúltera,  ni adulterada. 
Y esto sólo puede ser obra de un loco. Un loco por el arte, por la literatura, por la belleza,…y por la vida. Y comprometido con la humanidad, generosamente, como un loco en estos tiempos que corren de exaltación del individualismo competitivo, violento e insolidario. Es otro de los valores añadidos de esta colección de cuentos. “Anatomía de un espejo roto” patenta la denuncia de la dictadura científica, brazo armado del poder establecido. La policía del pensamiento que identifica, separa y etiqueta lo raro. Lo personaliza, ocultando así la implicación del entorno en la problemática del individuo. Cuando hablamos de rareza, lo raro debe aparecer siempre en relación con una población de objetos, se tratará del objeto distinto. Pero si al raro lo llaman enfermo, en ese momento deja de hacer referencia la población en relación a la que adquiere el epíteto de raro. Individualizando el problema de forma espúrea y artificial, separando el problema de gran parte de su causa, exculpando al sistema social, ya que es lo bueno, lo normal. Lo racional es la ciencia creada por la comunidad científica y admirada por el resto de la sociedad, y lo irracional es exclusivamente el enfermo, el loco. El objetivo de la etiqueta “enfermo mental” es la exculpación  completa de la sociedad en la génesis y sostenimiento de los problemas de las personas raras en este sistema social.
   Muestra de ese compromiso con la causa de la humanidad y la libertad, es que lejos de ufanarse por su anhelado bautismo oficial como escritor, con la publicación en papel de una obra parida de su ingenio, compartiendo estante con otras más o menos universales, en bibliotecas y librerías, el primer paso hacia la inmortalidad…  humildemente, pero en un elegante gesto de clase, se nos presenta todavía en transición. Al parecer no es persona que le guste dejar a medias lo que empieza. Esto es, una lucha contra la violencia y el abuso que se ejerce “científicamente” sobre las personas excluidas del sistema, por sensibles, débiles, inadaptados,..por ser personas. Si bien como esquizofrénico su lucha fue por estar ahí, a bordo de su vida, ya convencido de que eso no pueden cambiarlo, pues la libertad nace de lo más íntimo, allá donde nunca llegará los psicofármacos. Y desde la experiencia, civilizada y dialécticamente, hacer esa lucha colectiva, en cruzada hacia un cambio de paradigma en el trato de esta problemática. Es por lo que le honra el gesto de considerarse escritofrénico, como santo y seña de un escritor que no abandona la lucha, una especie que parecía en extinción: el intelectual comprometido. Y es que hay demasiados necios dispuestos a hacer pedagogía con tu miseria, o a culparte por lo que no hiciste para que les agradezcas lo que no mereces
   Esto es lo que vais a encontrar entre las páginas de esta “Anatomía de un espejo roto”. Uno de aquellos libros que tiene la virtud de poderse leer en cualquier orden, directo en una primera lectura, pero con esa densidad que da para una segunda, una tercera lectura,…donde descubriréis otras realidades, malabarismos emocionales, vidas tan ajenas como enajenadas, todo aquello de esta vida que no tiene nada que ver con la tuya. Aunque, ¿quién sabe? puede que alguno de estos pedazos, contenga encerrado, algún reflejo de tu vida, de ese fututo que temes, de ese pasado del que te arrepientes….son cosas que pasan por ser humanos, nada más.
      Como dijo un lacaniano :“Sólo los idiotas creen en la realidad del mundo, lo real es inmundo y hay que soportarlo”. (Jacques Lacan)



 Reseña realizada por Joan García (Filósofo)

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